CARNE1:
"SUCEDIÓ CON GRAN SENCILLEZ, sin
afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la población sufría de
falta de carne. Todo el mundo se alarmó y se hicieron comentarios más o menos
amargos y hasta se esbozaron ciertos propósitos de venganza. Pero, como siempre
sucede, las protestas no pasaron de meras amenazas y pronto se vio a aquel
afligido pueblo engullendo los más variados vegetales.
Sólo que el señor Ansaldo no siguió
la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de
cocina, y, acto seguido, bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de
su nalga izquierda un hermoso filete. Tras haberlo limpiado lo adobó con sal y
vinagre, lo pasó –como se dice- por la parrilla, para finalmente freírlo en la
gran sartén de las tortillas del domingo.
Se sentó a la mesa y comenzó a
saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que
venía a desahogarse...Pero Ansaldo, con elegante ademán, le hizo ver el hermoso
filete. El vecino preguntó y Ansaldo se limitó a mostrar su nalga izquierda.
Todo quedaba explicado. A su vez, el vecino deslumbrado y conmovido, salió sin
decir palabra para volver al poco rato con el alcalde del pueblo. Éste expresó
a Ansaldo su vivo deseo de que su amado pueblo se alimentara, como lo hacía
Ansaldo, de sus propias reservas, es decir, de su propia carne, de la
respectiva carne de cada uno. Pronto quedó acordada la cosa y después de las
efusiones propias de gente bien educada, Ansaldo se trasladó a la plaza
principal del pueblo para ofrecer, según su frase característica, “una
demostración práctica a las masas”.
Una vez allí hizo saber que cada
persona cortaría de su nalga izquierda dos filetes, en todo iguales a una
muestra en yeso encarnado que colgaba de un reluciente alambre. Y declaraba que
dos filetes y no uno, pues si él había cortado de su propia nalga izquierda un
hermoso filete, justo era que la cosa marchase a compás, esto es, que nadie
engullera un filete menos. Una vez fijados estos puntos diose cada uno a
rebanar dos filetes de su respectiva nalga izquierda. Era un glorioso
espectáculo, pero se ruega no enviar descripciones. Por lo demás, se hicieron
cálculos acerca de cuánto tiempo gozaría el pueblo de los beneficios de la
carne. Un distinguido anatómico predijo que sobre un peso de cien libras, y
descontando vísceras y demás órganos no ingestibles, un individuo podía comer
carne durante ciento cuarenta días a razón de media libra por día. Por lo
demás, era un cálculo ilusorio. Y lo que importaba era que cada uno pudiese
ingerir su hermoso filete."
CARNE3:
Elza Soares cantando a carne:
CARNE4
Trecho de "Morte e Vida Severina" de João Cabral de Melo Neto:
"— É uma cova grande
para tua carne pouca,
mas a terra dada
não se abre a boca."
CARNE5
Trecho de A hora da estrela de Clarice Lispector, no qual Olímpico e Macabea namoram seu namoro raquítico no açougue:
"Por motivos diferentes entraram num açougue. Para ela o cheiro da carne crua era um perfume que a levitava toda como se tivesse comido. Quanto a ele, o que queria ver era o açougueiro e sua faca amolada. Tinha inveja do açougueiro e também queria ser. Meter a faca na carne o excitava. Ambos saíram do açougue satisfeitos."
Comments