Morreu mês passado um dos maiores escritores da língua espanhola, um gênio. Enquanto perdíamos tempo com escritores de terceira vindos do México para tomar caipirinhas aprazíveis no inverno de Paraty, Daniel Sada, conhecedor profundo de literatura brasileira e de Guimarães Rosa ainda não foi traduzido ao português. Uma pena. Para quem lê em espanhol trago o começo de um conto maravilhoso "El Fenómeno Ominoso" [que pode ser lido aqui] e uma leitura do propio Sada do conto.
EL FENÓMENO OMINOSO
Se puede vivir lejos, muy lejos, allá donde no llega ninguna carretera ni hay vías de tren cercanas: en un viejo aposento perdido en la llanura; allá donde no existen ni veredas fortuitas ni enemigo que salte, en ese duro espacio que amolda voluntades y cede al abandono dejando tras de sí los aires mundaneros, la humeante sociedad que nunca para, la tentaciones prontas. A cambio… Optar y para siempre por el retiramiento, por la experiencia viva que afina los sentidos y alarga cuanta forma. ¿Acaso es necesario? No, pero alguna vez sí -aproximadamente- se puede vivir solo. Lejos, donde el tiempo no premia las sabias lentitudes.
Corneliano Pineda desde hacía muchos años vivía solo en un rancho llamado El Gavilán: lugar seco y talludo como un cuero atezado, con mellas de erosión y bajo un sol hendido en todas partes. Ámbito legendario donde la incandescencia parece asesinar a tanta sombra intrusa y donde por doquier hay un enorme “No” de un golpe machacado que provoca a la postre la estirada del tiempo. Serenidad a cuestas acaso categórica que le ha dado al fulano el amor necesario por lo que no ha de ser, también para su alivio, una memoria agreste capaz de regodearse en el silencio de los años que ruedan de ida y de regreso.
De hecho para él la vida diaria no era sino un largo suceso y nada más.
A veces, a capricho, el fulano quería cambiarle el ritmo a ésta soledad carente de altibajos, y era que podía a medias, porque la tal monotonía lo arrastraba hacia el método en que siempre se cae cuando no hay esperanzas de que las cosas cambien.
EL FENÓMENO OMINOSO
Se puede vivir lejos, muy lejos, allá donde no llega ninguna carretera ni hay vías de tren cercanas: en un viejo aposento perdido en la llanura; allá donde no existen ni veredas fortuitas ni enemigo que salte, en ese duro espacio que amolda voluntades y cede al abandono dejando tras de sí los aires mundaneros, la humeante sociedad que nunca para, la tentaciones prontas. A cambio… Optar y para siempre por el retiramiento, por la experiencia viva que afina los sentidos y alarga cuanta forma. ¿Acaso es necesario? No, pero alguna vez sí -aproximadamente- se puede vivir solo. Lejos, donde el tiempo no premia las sabias lentitudes.
Corneliano Pineda desde hacía muchos años vivía solo en un rancho llamado El Gavilán: lugar seco y talludo como un cuero atezado, con mellas de erosión y bajo un sol hendido en todas partes. Ámbito legendario donde la incandescencia parece asesinar a tanta sombra intrusa y donde por doquier hay un enorme “No” de un golpe machacado que provoca a la postre la estirada del tiempo. Serenidad a cuestas acaso categórica que le ha dado al fulano el amor necesario por lo que no ha de ser, también para su alivio, una memoria agreste capaz de regodearse en el silencio de los años que ruedan de ida y de regreso.
De hecho para él la vida diaria no era sino un largo suceso y nada más.
A veces, a capricho, el fulano quería cambiarle el ritmo a ésta soledad carente de altibajos, y era que podía a medias, porque la tal monotonía lo arrastraba hacia el método en que siempre se cae cuando no hay esperanzas de que las cosas cambien.
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